El príncipe Andrés en el ojo del huracán por su vinculación con un supuesto espía chino, preocupa a Londres | Internacional | EL PAÍS
La familia real británica es un complejo vaivén de condenas y redenciones, de castigos y recompensas. Sarah Ferguson conmocionó a los Windsor cuando los británicos se encontraron con las fotografías de su amante succionándole el dedo gordo del pie en una playa del Caribe. También cuando salieron a la luz sus oscuros manejos en el tráfico de influencias para mantener un lujoso estilo de vida. Sin embargo, la duquesa de York ha recibido esta semana los elogios y agradecimientos del rey Carlos III, según informan varios medios del Reino Unido, por sus sutiles labores diplomáticas que lograron persuadir a su exesposo, el príncipe Andrés, de que debía evitar a su hermano una nueva situación comprometedora.
Su ausencia en la tradicional cena de Navidad que la familia celebró el jueves en la residencia de Sandringham ha servido para que el palacio pueda tomar distancia del nuevo escándalo. La problemática relación amistosa y económica del duque de York con un presunto espía del Gobierno chino ha abierto la caja de los truenos en el Reino Unido.
“Andrés es un individuo muy imprudente, pero no ha tenido acceso a ningún secreto ni información de importancia”, aseguraba este miércoles Tom Tugendhat, diputado conservador y expresidente de la Comisión de Asuntos Exteriores del Parlamento, que se sumaba al coro de los que intentaban proteger al rey británico de los enredos de su hermano. “El rey ha sido extremadamente cuidadoso en asegurar que su posición [de Andrés] dentro de la familia real sea muy limitada (…) No hace falta que recuerde que el príncipe Andrés ha sido durante muchos años un idiota, y lo hemos vuelto a comprobar”.